Detrás de las tragedias

por Ed René Kivitz

Hice visitas pastorales a dos mujeres que estaban de luto. Luego de un tiempo, una de ellas dijo entre lágrimas: “Dios debe tener sus razones para llevarse a mi hijo, pero es tan difícil de entender”. Después de un silencio cauteloso y respetuoso le pregunté si ella consideraba la posibilidad de que Dios no tuviese ninguna razón para provocar la muerte de su hijo. Ella asintió y enjugó sus ojos, como diciendo “es así, tienes razón, Dios no tiene nada que ver con eso”.

Así es como creo. Afirmar que Dios tiene sus razones por detrás de las tragedias equivale a atribuir a Dios la causa de tales tragedias. Algo así como decir que Dios decide el día y la hora de poner nuestro mundo “patas para arriba”, motivado por la firme convicción que tiene algo para enseñarnos o un lugar donde desea llegar a costa de nuestro sufrimiento.

La pregunta que me hago es, a fin de cuentas, ¿qué es lo que Dios quiere hacer en mí, conmigo, por mí, a través de mí o contra mí, que puede ser más importante que la vida de mi hijo? No encuentro una respuesta suficientemente razonable para creer que Dios necesite sacrificar vidas por mi causa.

Por cierto, Dios ya sacrificó la única vida que de hecho necesitaba ser sacrificada por mi causa. El Calvario fue testigo.