Una declaración cristiana

por Ed René Kivitz

Mi impulso inicial fue titular este post “Respuesta a Benedicto XVI”, pero rápidamente desistí, pues sería atribuir demasiada importancia a la declaración del Vaticano. Le titulo “Una declaración cristiana” para ser coherente con el pensamiento de que en tiempos de posmodernidad y pluralismo (que algunos confunden con relativismo) no se admiten declaraciones categóricas. Lo máximo que un cristiano puede hacer es “una declaración cristiana”, pues la declaración cristiana sugiere la unanimidad entre los cristianos, lo que ciertamente existirá sólo en el cielo.

El documento “Respuestas a Cuestiones Relativas a Algunos Aspectos de la Doctrina sobre la Iglesia” elaborado por la Congregación para la Doctrina de la Fe y ratificado por el papa Benedicto XVI, y que afirma que “la única verdadera fe cristiana se encuentra en la Iglesia Católica”, genera la oportunidad para una declaración cristiana.

Conforme bien lo advirtió Pierucci:

No bastaron la arrogancia fundamentalista de la “Christian America” monoteísta del gobierno de George W. Bush y la truculencia fundamentalista del monoteísmo intransigente de los ayatolás y talibanes, ahora tendremos enfrente, para completar, otra especie del mismo genero: el fundamentalismo católico, que afirma el primado cristiano de la verdad católica en el universo multicultural de las iglesias cristianas ahora declaradas “no-iglesias” o “iglesias particulares”.

[Antônio Flávio Pierucci, Folha de São Paulo, 17 de julio de 2007]

Rechacé, por lo tanto, y de inmediato el pronunciamiento del Vaticano. Primeramente porque podría argumentar de la legitimidad del protestantismo. Podría abogar a favor del protestantismo, pero caería en el mismo error del Vaticano: reivindicar la posesión de la verdad. Sería también víctima de la equivocación que confunde el cuerpo místico de Cristo con las instituciones que pretenden representarlo en la historia.

Luego consideré afirmar que la verdad en relación a la fe cristiana no se encuentra ni en el catolicismo ni en el protestantismo, sino en las Escrituras, o en la Santa Biblia, comprendida como la antología de textos canónicos: la Ley de Moisés y los profetas del Antiguo Testamento y los escritos apostólicos del Nuevo Testamento. En ese caso, tanto el catolicismo como el protestantismo serían apenas interpretaciones de las Escrituras. Pero luego percibí que iba a cometer otro error, a saber, confundir doctrina con verdad: tanto el catolicismo como el protestantismo articulan la fe cristiana en términos dogmáticos y doctrinales, en los términos de la modernidad con su razón-manía que pretende hacer caber la verdad cristiana en un conjunto de teorías filosófico-teológicas. Más allá de confundir doctrina con verdad, confundiría la experiencia con el Cristo resucitado con la apropiación intelectual de las teorías que pretenden explicarla.

Yendo un poco más lejos, consideré que la tentativa de establecer a las Escrituras como el locus de la verdad en relación a la fe cristiana no tendría en cuenta el hecho que la Santa Biblia es una realidad tardía a la consolidación del cristianismo. De hecho, había en el movimiento cristiano llamado primitivo un conjunto de escritos apostólicos, pero no eran considerados textos canónicos autoritativos como lo son por la cristiandad contemporánea. El Canon bíblico fue formado en el siglo IV de la era cristiana, de modo que ya existía el cristianismo antes que hubiese lo que hoy llamamos Biblia.

Consideré, entonces, que la verdad en relación a la fe cristiana estuviera en el testimonio de la Iglesia, que nace en Pentecostés. La proclamación de los primeros cristianos, los documentos generados, y las experiencias comunitarias serian contenedores de la verdad. Pero en ese caso, dejaría al cristianismo y a la obra de Cristo a merced de las contingencias humanas, lo que no me agrada, incluso porque no es lo que leo en las Sagradas Escrituras; lo que significa que ni aún los primeros cristianos comprendían que eran protagonistas del movimiento de Cristo.

Me quedé con la más conservadora de las posibilidades: la única verdad en relación a la fe cristiana se encuentra en Cristo. El cristianismo prescinde de la Iglesia, de las Escrituras, del Clero, y de cualquier otra realidad que tenga la mínima cooperación humana para su existencia. La única cosa (perdón por lo de “cosa”) de la cual el cristianismo no prescinde es de Cristo.

El cristianismo es obra de Cristo resucitado y del Espíritu Santo. No es obra del catolicismo, ni del protestantismo. Es Cristo quien edifica a su iglesia. Es el Espíritu Santo quien guía a toda verdad, siendo que el propio Cristo es la verdad. Es Cristo la verdad y es el Espíritu Santo quien aproxima y une a Cristo a los que son suyos. Cristo está donde las Escrituras todavía no llegaron. Cristo está donde la Iglesia todavía no llegó. Cristo está donde el testimonio de la Iglesia todavía no llegó.

He aquí una declaración cristiana: “la única verdad de la fe cristiana se encuentra en Cristo”.